Por Alex Larragoiti*
“Un dicho popular recuerda que el pueblo kurdo solo tiene dos
amigos: las montañas y el Kalashnikov”.
Al igual que sucede en otros conflictos, las noticias
sobre la heroica resistencia de las y los milicianos kurdos cada día pierden
presencia en las noticias y lo poco que aparece no explica qué es lo que sucede
en ésta, la mayor nación sin Estado del mundo. En estas líneas intentaré dar
unas pinceladas que ayuden a los lectores a conocer la lucha de este pueblo.
Los kurdos fueron divididos en cuatro estados: Iraq,
Irán, Siria y Turquía. Cuando a finales de la Primera Guerra Mundial las
potencias vencedoras, y en especial Francia e Inglaterra se repartieron el
Imperio Otomano, primero prometieron la creación de un Estado kurdo con el
Tratado de Sèvres, y tras la no ratificación de éste, vendieron los anhelos de
libertad kurdos en el Tratado de Lausana.
Su supervivencia como pueblo depende solamente de ellos
Pero, ¿quiénes son los kurdos?, ¿por qué la lucha por su
reconocimiento? Para los turcos, los kurdos no existen, sólo son unos turcos
montañeses. Para Bashar Al Assad y el nacionalismo árabe del Baath, los kurdos
simplemente no existían. Para los ayatolás iraníes, los kurdos son persas
venidos a menos y para Sadam Hussein y su Baath, los kurdos debían ser
eliminados y sustituidos por árabes.
Pero los kurdos no son persas, no son turcos ni tampoco
árabe. Viven entre el Tigris y el Eúfrates desde hace más de 3000 años y tienen
su propia lengua y cultura. Son además perfectamente conscientes de que su
supervivencia como pueblo, en un entorno tan frágil y al capricho de las
grandes potencias capitalistas, depende solamente de ellos.
A pesar de estar en el corazón de Oriente Medio, entre
los kurdos también son dos las principales expresiones políticas que les
representan: las fuerzas progresistas, bajo diferentes partidos hermanados que
luchan en Turquía (PKK y su brazo armado HPG), en Siria (PYD y su brazo armado
YPG) e Irán (PJAK); sin olvidar a GORAN, quienes en Kurdistán Sur (Iraq) luchan
contra la corrupción endémica de los partidos gobernantes. Y entre las fuerzas
derechistas destaca el PDK del Kurdistán Sur (Iraq), partido liderado por el
clan Barzani, fuerza histórica y quien junto a la Unión Patriótica del
Kurdistán (UPK), perteneciente a la Internacional Socialista ha llevado al
Kurdish Regional Government a sus mayores cotas de autogobierno. Ambos bloques
representan modelos políticos antagónicos.
Durante los años ‘70, en el albor de las luchas de
liberación social y nacional, también el pueblo kurdo inició su camino hacia la
liberación, y finalmente, en 1978 fue fundado el PKK, fuerza llamada a dotar de
identidad nacional y valores de progreso social a un pueblo entonces anclado en
una sociedad clánica, misógina y subdesarrollada en extremo. Tras años de lucha
política, organización e intentos estériles de diálogo con el Estado turco, en
1984 se inició la fase de lucha armada que llega hasta nuestros días.
Hasta avanzados los años ’90, el PKK y sus fuerzas
hermanas se identificaban como marxista-leninistas e independentistas, pero en
la medida de que el contexto regional e internacional mutaba, también estas
fuerzas hegemónicas en el Kurdistán norte, este y oeste avanzaron hacia el
Confederalismo Democrático, ideología ecosocialista impulsada por Abdullah
Öcalan. No es posible entender el contexto actual sin entender del modelo
social por el que luchan los progresistas kurdos, modelo basado en el
desarrollo práctico del feminismo, la convivencia de diferentes comunidades
étnicas y religiosas, el laicismo, la autoorganización libertaria, y el
antifascismo y aintiimperialismo. Este movimiento aboga por la libre
organización y adhesión de las comunidades a un proyecto de emancipación social
que a su vez garantice la supervivencia y desarrollo del pueblo kurdo.
Cuando a comienzos de 2011 se inicia el alzamiento contra
el gobierno sirio, los kurdos deciden emprender la vía de la puesta en práctica
del Confederalismo Democrático. Lo hacen en Afrin, Kobane y Jazira-Qamislo, los
tres cantones que componen Rojava. No se unieron ni a Al Assad ni a las fuerzas
de oposición apoyadas por Turquía, Estados Unidos y las satrapías del Golfo.
Durante los primeros dos años se fijaron los frentes de
batalla en sus fronteras y comenzaron los ataques, tanto de fuerzas afines a
los hermanos musulmanes (apoyados principalmente por Turquía y Qatar) como de
los salafistas, primero de Al Qaeda y del Estado Islámico después.
Si bien los kurdos llevan soportando las agresiones desde
hace dos años, éstas no pasaron a las primeras planas de la prensa hasta que
surgió el Estado Islámico y éste osó atacar también a los kurdos del KRG, aliados
preferenciales de Estados Unidos, Israel y Turquía en la zona.
Todo parece indicar que la herramienta que estas fuerzas
imperialistas intentaron crear para poner fin al caos organizativo de las
fuerzas anti Al Assad, una vez más se les volvió en contra. Éstos se unieron al
sunnismo radical que ya tenía una importante presencia en Iraq, y la bestia
tomó vida propia bajo el nombre de ISIS. Bestia que, una vez se ha asentado en
el territorio del triángulo sunní de Siria-Iraq, centra sus fuerzas en el intento
de sometimiento del pueblo kurdo. En Oriente Medio funciona la máxima de “el
enemigo de mi enemigo es mi amigo” y de ahí se puede deducir a quienes interesa
el fortalecimiento de estas bestias.
En verano se dio otro acontecimiento que supuso un antes
y un después en la lucha del pueblo kurdo. El ISIS pasó a atacar también al KRG
(principalmente a Kirkuk) y a los kurdos yezidíes de las montañas de Shingal, y
desde un principio fueron las HPG y las YPG quienes respondieron con éxito a
los ataques. Ello despertó una ola de simpatía hacia ellos entre las gentes del
KRG, hartas de tanta corrupción y sorprendidas por la baja capacidad de lucha
de sus peshmergas. Aún así, preso de su propia dependencia de Turquía pero a su
vez conocedor de la presión a la que su propio pueblo le somete, hasta hace mes
y medio el KRG no reconoció a Rojava, y se vio obligado a enviar refuerzos a
Kobane.
La lucha por la liberación del pueblo kurdo se encuentra
en una encrucijada. Öcalan emplaza una y otra vez al diálogo entre el gobierno
turco y los kurdos, pero el gobierno de Erdogan no quiere ir más allá de una
escenificación de negociación que otorgue limitadísimos derechos culturales a
los kurdos, pero que de ninguna manera aborde un proceso constituyente
democrático en el Estado turco.
En ese contexto, Turquía es el principal valedor del
Estado Islámico. No duda en utilizar, armar y ceder sus propias fronteras a los
yihadistas internacionales con tal de destruir la que los kurdos han marcado
como la linea roja: Kobane y Rojava. Si Kobane cae y Turquía insiste en la
agresión, los kurdos tienen sobrada determinación para seguir con la lucha
armada, y tienen claro que la paz es el camino, pero no hay paz sin democracia.
Ya han mostrado al mundo su vía: el Confederalismo Democrático, y la defensa de
los valores universales del socialismo.
*Miembro de Newroz Euskal Kurdu Elkartea. Artículo
publicado en Ezkerraberri Adizkaria.
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