domingo, 8 de mayo de 2016

Kurdistán y el Confederalismo Democrático


Por Alex Larragoiti*

“Un dicho popular recuerda que el pueblo kurdo solo tiene dos amigos: las montañas y el Kalashnikov”.

Al igual que sucede en otros conflictos, las noticias sobre la heroica resistencia de las y los milicianos kurdos cada día pierden presencia en las noticias y lo poco que aparece no explica qué es lo que sucede en ésta, la mayor nación sin Estado del mundo. En estas líneas intentaré dar unas pinceladas que ayuden a los lectores a conocer la lucha de este pueblo.

Los kurdos fueron divididos en cuatro estados: Iraq, Irán, Siria y Turquía. Cuando a finales de la Primera Guerra Mundial las potencias vencedoras, y en especial Francia e Inglaterra se repartieron el Imperio Otomano, primero prometieron la creación de un Estado kurdo con el Tratado de Sèvres, y tras la no ratificación de éste, vendieron los anhelos de libertad kurdos en el Tratado de Lausana.

Su supervivencia como pueblo depende solamente de ellos

Pero, ¿quiénes son los kurdos?, ¿por qué la lucha por su reconocimiento? Para los turcos, los kurdos no existen, sólo son unos turcos montañeses. Para Bashar Al Assad y el nacionalismo árabe del Baath, los kurdos simplemente no existían. Para los ayatolás iraníes, los kurdos son persas venidos a menos y para Sadam Hussein y su Baath, los kurdos debían ser eliminados y sustituidos por árabes.

Pero los kurdos no son persas, no son turcos ni tampoco árabe. Viven entre el Tigris y el Eúfrates desde hace más de 3000 años y tienen su propia lengua y cultura. Son además perfectamente conscientes de que su supervivencia como pueblo, en un entorno tan frágil y al capricho de las grandes potencias capitalistas, depende solamente de ellos.

A pesar de estar en el corazón de Oriente Medio, entre los kurdos también son dos las principales expresiones políticas que les representan: las fuerzas progresistas, bajo diferentes partidos hermanados que luchan en Turquía (PKK y su brazo armado HPG), en Siria (PYD y su brazo armado YPG) e Irán (PJAK); sin olvidar a GORAN, quienes en Kurdistán Sur (Iraq) luchan contra la corrupción endémica de los partidos gobernantes. Y entre las fuerzas derechistas destaca el PDK del Kurdistán Sur (Iraq), partido liderado por el clan Barzani, fuerza histórica y quien junto a la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), perteneciente a la Internacional Socialista ha llevado al Kurdish Regional Government a sus mayores cotas de autogobierno. Ambos bloques representan modelos políticos antagónicos.

Durante los años ‘70, en el albor de las luchas de liberación social y nacional, también el pueblo kurdo inició su camino hacia la liberación, y finalmente, en 1978 fue fundado el PKK, fuerza llamada a dotar de identidad nacional y valores de progreso social a un pueblo entonces anclado en una sociedad clánica, misógina y subdesarrollada en extremo. Tras años de lucha política, organización e intentos estériles de diálogo con el Estado turco, en 1984 se inició la fase de lucha armada que llega hasta nuestros días.

Hasta avanzados los años ’90, el PKK y sus fuerzas hermanas se identificaban como marxista-leninistas e independentistas, pero en la medida de que el contexto regional e internacional mutaba, también estas fuerzas hegemónicas en el Kurdistán norte, este y oeste avanzaron hacia el Confederalismo Democrático, ideología ecosocialista impulsada por Abdullah Öcalan. No es posible entender el contexto actual sin entender del modelo social por el que luchan los progresistas kurdos, modelo basado en el desarrollo práctico del feminismo, la convivencia de diferentes comunidades étnicas y religiosas, el laicismo, la autoorganización libertaria, y el antifascismo y aintiimperialismo. Este movimiento aboga por la libre organización y adhesión de las comunidades a un proyecto de emancipación social que a su vez garantice la supervivencia y desarrollo del pueblo kurdo.

Cuando a comienzos de 2011 se inicia el alzamiento contra el gobierno sirio, los kurdos deciden emprender la vía de la puesta en práctica del Confederalismo Democrático. Lo hacen en Afrin, Kobane y Jazira-Qamislo, los tres cantones que componen Rojava. No se unieron ni a Al Assad ni a las fuerzas de oposición apoyadas por Turquía, Estados Unidos y las satrapías del Golfo.

Durante los primeros dos años se fijaron los frentes de batalla en sus fronteras y comenzaron los ataques, tanto de fuerzas afines a los hermanos musulmanes (apoyados principalmente por Turquía y Qatar) como de los salafistas, primero de Al Qaeda y del Estado Islámico después.

Si bien los kurdos llevan soportando las agresiones desde hace dos años, éstas no pasaron a las primeras planas de la prensa hasta que surgió el Estado Islámico y éste osó atacar también a los kurdos del KRG, aliados preferenciales de Estados Unidos, Israel y Turquía en la zona.

Todo parece indicar que la herramienta que estas fuerzas imperialistas intentaron crear para poner fin al caos organizativo de las fuerzas anti Al Assad, una vez más se les volvió en contra. Éstos se unieron al sunnismo radical que ya tenía una importante presencia en Iraq, y la bestia tomó vida propia bajo el nombre de ISIS. Bestia que, una vez se ha asentado en el territorio del triángulo sunní de Siria-Iraq, centra sus fuerzas en el intento de sometimiento del pueblo kurdo. En Oriente Medio funciona la máxima de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y de ahí se puede deducir a quienes interesa el fortalecimiento de estas bestias.

En verano se dio otro acontecimiento que supuso un antes y un después en la lucha del pueblo kurdo. El ISIS pasó a atacar también al KRG (principalmente a Kirkuk) y a los kurdos yezidíes de las montañas de Shingal, y desde un principio fueron las HPG y las YPG quienes respondieron con éxito a los ataques. Ello despertó una ola de simpatía hacia ellos entre las gentes del KRG, hartas de tanta corrupción y sorprendidas por la baja capacidad de lucha de sus peshmergas. Aún así, preso de su propia dependencia de Turquía pero a su vez conocedor de la presión a la que su propio pueblo le somete, hasta hace mes y medio el KRG no reconoció a Rojava, y se vio obligado a enviar refuerzos a Kobane.

La lucha por la liberación del pueblo kurdo se encuentra en una encrucijada. Öcalan emplaza una y otra vez al diálogo entre el gobierno turco y los kurdos, pero el gobierno de Erdogan no quiere ir más allá de una escenificación de negociación que otorgue limitadísimos derechos culturales a los kurdos, pero que de ninguna manera aborde un proceso constituyente democrático en el Estado turco.

En ese contexto, Turquía es el principal valedor del Estado Islámico. No duda en utilizar, armar y ceder sus propias fronteras a los yihadistas internacionales con tal de destruir la que los kurdos han marcado como la linea roja: Kobane y Rojava. Si Kobane cae y Turquía insiste en la agresión, los kurdos tienen sobrada determinación para seguir con la lucha armada, y tienen claro que la paz es el camino, pero no hay paz sin democracia. Ya han mostrado al mundo su vía: el Confederalismo Democrático, y la defensa de los valores universales del socialismo.

*Miembro de Newroz Euskal Kurdu Elkartea. Artículo publicado en Ezkerraberri Adizkaria.

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